domingo, 25 de abril de 2010

Juan Picornell y Obispo

Nos cuenta don Manuel Villar y Macías en su “Historia de Salamanca”, que “pocas poblaciones podrán como Salamanca envanecerse de contar entre sus varones ilustres uno de tan breve edad como Juan Picornell y Obispo”.

Desde luego tiene motivos para decirlo, pues este niño nacido el 9 de septiembre de 1781, como relata la nota biográfica que escribió el poeta José Iglesias, ya desde sus primeros meses de vida comenzó a dar señales claras de su viveza. Sus padres, Juan Picornell y Gomilla y Feliciana Obispo y Álvarez, observaron que ya antes de hablar, prestaba gran atención a lo que se decía. Una vez comenzó a hacerlo, vieron que daba respuestas poco acordes con su corta edad. En vista de ello, decidieron educarlo con todos los conocimientos que tanto anhelaba la criatura. Cuando apenas tenía tres años era capaz de contestar a cualquier pregunta que se le formulara.

A los tres años y medio fue examinado en el Paraninfo por varios doctores de la Universidad. Contestó a más de 500 preguntas de historia sagrada, moral, geografía e historia de España. Después de hora y media de examen y al considerarlo cansado rezaron una oración en elogio del infante, aplaudida por las más de tres mil personas que allí se concentraron.

Dos años después se le sometió a otro examen, cuyo programa nos enseña Villar y Macías y que a grandes rasgos era el siguiente :

El Nuevo Testamento, historia de España, geografía natural y política, explicación matemática del globo terrestre, información histórica y geográfica de las cuatro partes del mundo así como las noticias pertenecientes a su historia sagrada y profana.

A todo respondió y su fama llegó a todos los reinos tanto españoles como extranjeros.

Después de esto, no se tienen mas noticias sobre él. Cree Villar y Macías que aquel temprano desarrollo intelectual fuera el causante de su prematura muerte.


P.D. En esta fotografía podemos ver como eran la mayoría de las casas de esta calle hace apenas 20 años.

lunes, 12 de abril de 2010

El Colegio de Alcántara


Durante los últimos post he ido hablando de lo que fue y supuso en Salamanca el convento de San Francisco el Grande. Hoy quiero recordar lo que no se realizó debido, en parte, a su influencia. Me refiero al nuevo Colegio que la Orden Militar de Alcántara proyectó, en 1790, en los terrenos que hoy ocupa el Campo de San Francisco.

Este colegio fue fundado por Carlos V en 1552. Según nos cuenta Villar y Macías, su primera residencia estuvo en la “Casa de los Abades”, sobre cuyo solar se construyó, tiempo después, el Seminario de Carvajal en la plaza a la que da nombre. Pasaron después a ocupar la Casa de Los Abarca y de allí se trasladaron a una casa con torreón en la calle del Prior, que había sido propiedad de los Tejeda.

El mal estado de estas casas, propició que el Consejo de Órdenes encargara a Jovellanos, que en ese tiempo residía en Salamanca, la búsqueda de un solar para acometer la construcción de un nuevo colegio.

Como nos relata Florencio Hurtado Rodríguez en su interesantísimo libro “Salamanca en el siglo XVIII. La Salamanca que conoció Jovellanos”, el solar elegido fue el del Campo de S. Francisco. El ayuntamiento cedió el terreno a la Orden y las obras dieron comienzo.

En el plano que extraigo del imprescindible libro de Mª Nieves Rupérez Almajano Urbanismo de Salamanca en el S. XVIII”, se puede observar la distribución que se iba a realizar del espacio disponible: la parte alta del Campo (la de poniente) se destinaría a huerta, el centro sería ocupado por el colegio y la parte baja se utilizaría para acoger una gran plaza pública con fuente, árboles, parterres y un crucero, a la que se accedería por tres amplias entradas. A esta plaza daría la fachada del Colegio en el mas puro estilo neoclásico que tanto gustaba a los ilustrados como Jovellanos.

El problema vino cuando los franciscanos, los representantes del común y algunas personalidades más (entre las que parece que estuvo García de Quiñones) se opusieron, con todas sus influencias y pocas pruebas, a la futura construcción. El juicio se prolongó durante años, las obras fueron paradas y ya en 1798, tras un alegato de Jovellanos en el que demostraba la inconsistencia de las alegaciones en contra del edificio, el Tribunal falló a favor de los de Alcántara.

Como nos dice Mª Nieves Rupérez, para ese año, la Orden Militar no disponía del dinero destinado a la fábrica, y un año después se trasladó al colegio de Oviedo, renunciando definitivamente a su construcción.

Solamente se habían acabado los cimientos y algunas de las paredes del primer cuerpo hasta unos doce pies de altura.

Tras quedar abandonado varios años, durante la guerra de la Independencia fue destruido por los franceses mucho de lo hecho, y en años posteriores demolido el resto para aprovechar la piedra.

Según Jovellanos se perdió para la ciudad uno de los edificios más hermosos de los que en ella había. Es posible que estuviera en lo cierto, pero, seguramente, hoy nadie eche de menos un edificio más y sí se agradezca la existencia de uno de los pocos jardines con que cuenta el centro de la ciudad. Los tiempos cambian y con ellos las necesidades.