Es sabido que la Casa Lis, el Mercado de Abastos, la iglesia de San Juan de Sahagún, la Fundación Rodríguez Fabrés y algún edificio más, que no recuerdo ahora mismo, son obra de Don Joaquín de Vargas Aguirre. No lo es tanto que otras muchas construcciones de carácter mas humilde, están repartidas por varias calles de nuestra ciudad. Ni que otros, como el antiguo edificio de Correos y Telégrafos, que fueron derribados en los últimos años (no sé muy bien si mas de 40 son “últimos años”, en fin... serán mis años ) también salieron de su mano.
Releyendo el libro “El Taller del Arquitecto. Dibujos e Instrumentos. Salamanca 1871-1948” editado en 2001 por el Colegio Oficial de Arquitectos de León, encontré un encargo que le hacen en 1919 y que debió ser uno de los mas sencillos de su carrera. El trabajo se reduce a la reforma de una ventana en la Torre de Abrantes y se limita a quitar los ladrillos que cegaban el vano, y al que D. Joaquín embellece añadiéndole una columnilla a modo de parteluz “cual la toza pide”. Según nos cuenta Mª Nieves Rupérez, debió basarse en alguna de las ventanas de la Casa de las Conchas para escoger esta opción, pues en las otras casas nobles donde había ventanas de este tipo (Como la Casa de la Cadena o el Palacio de las Cuatro Torres), tampoco las tenían en ese momento.
En la fotografía de la plazuela de Colón,publicada en el libro “Salamanca en las Fotografías de Venancio Gombau”, puede verse al fondo la torre donde aparece la ventana todavía cegada. Así lo señala en el libro Don Enrique de Sena, además de darnos una serie de datos históricos de esta zona que merece la pena leer (las fotografías de V. Gombau tienen, sin duda, un gran atractivo, pero los conocimientos de E. de Sena y su forma de contarlos, son de igual o mayor interés).
Visto el resultado de esta pequeña reforma, creo que la solución que aplicó el Sr. Vargas Aguirre consiguió dar, a este rincón salmantino, el aire “romántico-medieval” que hoy tiene. Soluciones sencillas a problemas pequeños... eran otros tiempos.
No será por esta pequeña columna por lo que se le recuerde en nuestra ciudad, pero tampoco lo es por los edificios señeros que su labor nos dejó. Ahora que andamos moviendo el Callejero podríamos acordarnos, por fin, del arquitecto que, junto a unos pocos más, introdujo en Salamanca la arquitectura de comienzos del siglo XX.