Hace unos meses escribí aquí sobre D. Pedro de Maldonado y Pimentel, jefe, junto a su primo D. Francisco Maldonado, de los Comuneros salmantinos. Lo llamaba “el gran olvidado” y a fe que lo sigue siendo.
Esta tarde me he acercado a la plazuela de San Benito, pues se representaba en ella una pequeña obra de teatro de calle sobre Doña Ana de Abarca, hija de los Doctores de la Reina Isabel y esposa de D. Francisco Maldonado. La escena se desarrolló a los pies de la fachada de la casa en que vivió D. Pedro Maldonado, justo al lado de la puerta que allí aparece cegada, con la huella de sus blasones picados. Pensé que dado el tema, el lugar habría sido escogido a propósito, pero estaba equivocado. Ni una sola referencia ni a D. Pedro ni a su casa. Produce cierta tristeza, por eso he querido volver a recordarle.