La nieve se traía en bolas desde la sierra y se iban apelmazando con grandes pisones de madera. Cada medio metro de nieve se extendía una capa de paja que ayudaba a la conservación. Alrededor de algunos pozos se construían balsas de muy poca profundidad para llenarlas de agua y que ésta se congelara con las heladas de la noche. A la mañana este hielo se rompía en trozos y se añadía al pozo.
En Salamanca parece ser que hubo cuatro. Uno de ellos estuvo en el convento de San Andrés pegado a la muralla y es el único que parece ser que se conserva, pues el ayuntamiento ha prometido restaurarlo. Éste convento de carmelitas calzados se hallaba, entre el arroyo de Santo Domingo (donde hoy está la iglesia del Carmen de Abajo) y el principio de la curva donde empieza el paseo de Canalejas. Por buena parte de su solar pasa actualmente el paseo del Rector Esperabé.
Restos del Convento de S. Andrés en Cordel de Merinas
Otro de los pozos estaba en el Teso de la Feria. Era el único que no pertenecía a la Iglesia pues sabemos que su dueña fue Doña Clara Bernarda de Soria Arias y Mercado. Era también el único que estaba al otro lado del río. En él se guardaba tanto la nieve como el hielo del Tormes cuando se candaba.
El tercero de estos pozos se encontraba en el Colegio de la Concepción de Teólogos y lo tenia arrendado el Consistorio. Este colegio estuvo entre principios del XVII y finales del XVIII en que fue clausurado, en las peñuelas de San Blas (próximo al auditorio de este nombre y que antes de este uso fue parroquia).A mediados del siglo XIX estos pozos se fueron abandonando y con la llegada del “frío industrial” a finales de ese siglo, desaparecieron.
Es interesante observar que el máximo desarrollo de esta industria (así es como se la denominaba en aquellos tiempos) se produjo en los siglos XVI, XVII y XVIII, coincidiendo con lo que en Europa se conoce como Pequeña Edad de Hielo.