A principios de febrero se pudo ver cómo la parte baja del paño de muralla que quedó al descubierto, se había tenido que reforzar con un muro de hormigón de unos tres metros de altura.
Si, como se dijo, lo que se buscaba con los derribos era “poner en valor la muralla”, el resultado es desolador. Viendo el resto del paño, el batíburrillo de materiales es llamativo por lo penoso: sillares sueltos de granito, de arenisca, de piedra pajarilla, trozos de mampostería, cantos rodados, muretes de ladrillo y ladrillos sueltos por doquier, huellas de las viviendas anteriores… en fin, un espectáculo. Si a esto le añadimos las humedades que pueden verse en toda la pared, lo único que se me ocurre es que la cosa tiene muy mal arreglo.
Lo mejor será darle un poco más de tiempo, total ya.