lunes, 24 de mayo de 2010

Los pozos de la nieve

Desde el final de la Edad Media hasta el siglo XIX existieron en Salamanca 4 pozos de la nieve. Su función no era otra que almacenar la nieve y el hielo recogidos en los neveros de la sierra y en el río, entre los meses de abril y octubre. Estos pozos eran escavados en la tierra con las paredes de piedra y en el suelo enlosado llevaba un desagüe por el que salía el agua del deshielo que se iba produciendo.
La nieve se traía en bolas desde la sierra y se iban apelmazando con grandes pisones de madera. Cada medio metro de nieve se extendía una capa de paja que ayudaba a la conservación. Alrededor de algunos pozos se construían balsas de muy poca profundidad para llenarlas de agua y que ésta se congelara con las heladas de la noche. A la mañana este hielo se rompía en trozos y se añadía al pozo.

En Salamanca parece ser que hubo cuatro. Uno de ellos estuvo en el convento de San Andrés pegado a la muralla y es el único que parece ser que se conserva, pues el ayuntamiento ha prometido restaurarlo. Éste convento de carmelitas calzados se hallaba, entre el arroyo de Santo Domingo (donde hoy está la iglesia del Carmen de Abajo) y el principio de la curva donde empieza el paseo de Canalejas. Por buena parte de su solar pasa actualmente el paseo del Rector Esperabé.



Restos del Convento de S. Andrés en Cordel de Merinas

Otro de los pozos estaba en el Teso de la Feria. Era el único que no pertenecía a la Iglesia pues sabemos que su dueña fue Doña Clara Bernarda de Soria Arias y Mercado. Era también el único que estaba al otro lado del río. En él se guardaba tanto la nieve como el hielo del Tormes cuando se candaba.

El tercero de estos pozos se encontraba en el Colegio de la Concepción de Teólogos y lo tenia arrendado el Consistorio. Este colegio estuvo entre principios del XVII y finales del XVIII en que fue clausurado, en las peñuelas de San Blas (próximo al auditorio de este nombre y que antes de este uso fue parroquia).

El cuarto de los pozos del que tengo noticias estuvo en el Convento de Guadalupe de frailes Jerónimos. Sobre su solar y muchos de sus muros se encuentra en la actualidad la fábrica de Mirat. Si como parece ser los edificios que componen la fabrica van a volver a ser de la ciudad, será ese un buen momento para confirmar, o no, si hubo un pozo en el convento.


A mediados del siglo XIX estos pozos se fueron abandonando y con la llegada del “frío industrial” a finales de ese siglo, desaparecieron.

Es interesante observar que el máximo desarrollo de esta industria (así es como se la denominaba en aquellos tiempos) se produjo en los siglos XVI, XVII y XVIII, coincidiendo con lo que en Europa se conoce como Pequeña Edad de Hielo.

lunes, 10 de mayo de 2010

Poetas ilustrados en torno al Corrillo

Sordolodo, Ochavo, Neverías y la Lonja eran los nombres de tres calles y una plaza que a lo largo del siglo XIX pasaron a llamarse Meléndez, Quintana, Sánchez Barbero y Poeta Iglesias. Resulta llamativo y digno de agradecer que nuestra ciudad dedicara varias calles del centro al recuerdo de cuatro poetas ilustrados que marcaron las letras salmantinas y españolas en el Siglo de las Luces. La calle que se dedicó a Meléndez Valdés es conocida desde los primeros tiempos de la Repoblación de Raimundo de Borgoña. Prácticamente arrancaba en la Puerta del Sol (donde actualmente comienza la plaza de San Isidro) y llegaba, como hoy, hasta la plaza del Corrillo, que entonces pertenecía a la plaza de San Martín. Según Villar y Macías era una de las calles por las que discurría la Vía de la Plata a su paso por Salamanca. Su nombre antiguo fue Sordolodo, que, parece ser, es una derivación de Gordolodo que a su vez lo sería de Gordolobo (planta medicinal) y que derivaría del latín “cauda lupi”, es decir, rabo de lobo.

En el caso del poeta
José Quintana se le dedicó, en principio, una calle que se formó en el siglo XVI, al construir las Carnicerías Reales en la plaza de San Martín y que se llamaba del Ochavo. Ésta era paralela a la calle del Navío, pues ambas tenían su entrada por el Corrillo y la salida por Poeta Iglesias. A fines del XIX la manzana de casas que las separaba fue derribada y se abrió un debate a fin de decidir cual de los dos nombres llevaría la nueva calle. Hubo quien propuso una solución de consenso y a punto estuvo de llamarse “del Navío Quintana”. Por suerte alguien se dio cuenta del “estrambote” y el poeta no tuvo que ceder su nombre a un barco.




Al poeta y periodista Francisco Sánchez Barbero se le dedicó la paralela a Quintana, que hasta ese momento se había llamado de la Nevería. Lo más probable es que en ella existiera uno de los pozos en los que se conservaba durante el verano la nieve traída de la sierra.


Por último, al célebre poeta José Iglesias de la Casa se le dedicó una de las principales plazas de la ciudad, pues en ella estuvo el Ayuntamiento antes de hacerse la Plaza Mayor, después la Audiencia Provincial, más tarde la primera sede de la Diputación Provincial, también fue cárcel y hasta hace pocos años Gran Hotel. El nombre de plaza de la Lonja se debe a la que había delante del edificio que tantas utilidades le había proporcionado a la ciudad.











Como puede verse en no más de doscientos metros la ciudad guardó el recuerdo de uno de los acontecimientos culturales mas importantes de la historia de Salamanca, la llamada Escuela Poética Salmantina, a la que los cuatro poetas pertenecieron.