lunes, 29 de marzo de 2010

La huella de San francisco el Grande de Salamanca 2

La zona en la que se establecieron los Menores estaba, en el siglo XIII, despoblada y es de suponer que en baldío, pues todo lo que rodea al convento por los lados norte y oeste era llamado Campo de S. Francisco. Esta denominación que hoy corresponde solamente a los jardines, se extendía en aquella época a la zona que fue donada por los franciscanos al Arzobispo Fonseca para construir el Colegio Mayor De Santiago Cebedeo (Colegio de los Irlandeses). Así pues, el espacio primitivo conocido como Campo de S. Francisco sería el formado en la actualidad por el solar que ocupa el Colegio de los Irlandeses (incluidas su capilla y su hospedería) más el de los jardines.El despoblamiento de esta parte de la ciudad permitió a los Menores la ocupación de un amplio recinto (Balthasar de Monconys dice en 1628 que "acoge a unos doscientos religiosos y es digno de verse a causa de su gran masa de piedra...") que correspondería al delimitado en la actualidad por la calle Ancha en el Este, las Peñuelas de S. Blas por el Sur, la calle de Fonseca, hasta un tercio de su ancho, por el Oeste y el Campo de S. Francisco por el Norte. El perímetro que tuvo, prácticamente coincide con el que ocupa la manzana que existe en la actualidad. Sólo este hecho, habla bien a las claras de la huella que la construcción franciscana ha dejado en el trazado urbano de Salamanca.

En lo que se refiere a los alrededores observamos, igualmente, que apenas ha variado su configuración. En la parte de poniente la estructura que formaron el Colegio del Arzobispo junto con la Puerta Falsa (calle del Espejo) y la Puerta de San Francisco (calle de Ramón y Cajal), se mantiene exactamente. Tan solo la calle de Fonseca se ha visto modificada en su ancho, al ocupar parte del cenobio de los Menores.

Por la parte norte continúa existiendo el gran espacio que tanto antes como ahora se ha llamado Campo de San Francisco. No obstante es aquí donde se abrió, en el siglo pasado, la única calle nueva de los alrededores. Me refiero a la que, actualmente, lleva el nombre del entrañable cronista salmantino D. Juan Domínguez Berrueta. Si bien ya en el siglo XVIII es citado el paso (aunque como "un basurero asqueroso e intransitable") entre las Úrsulas y la Tercera Orden de San Francisco, será al realizarse en 1787 la elevación de terrenos necesaria para hacer los jardines, cuando dicho paso tome una cierta entidad viaria. Esta se completará en 1840 al construirse la Plaza de Toros en la parte baja del Campo. En 1860 se derribó esta plaza y pocos años después (1886) su solar fue ocupado por el Colegio de las Adoratrices. Al dejar las religiosas la zona oeste del colegio para huerta y jardín volvió esta parte del Campo a recuperar el carácter de recreo (esta vez privado) que se le intentó dar a todo el recinto en la reforma de 1787. Actualmente los Jardines del Campo de San Francisco son el único vestigio toponímico del convento. El último tramo de este flanco septentrional lo sigue ocupando el Palacio de Monterrey.

En el lado de levante la manzana de las Agustinas y la calle Tahonas Viejas mantienen el mismo trazado que en siglos anteriores. Sí se ha producido, no obstante, un importante cambio, que si bien no ha modificado el trazado viario, sí ha transformado totalmente la estampa de esa zona. Me refiero a la desaparición del regato que corría a lo largo de la tapia de la huerta que miraba a la iglesia de la Purísima. Al ser cegada esta alberca, el espacio que lo bordeaba ganó bastante terreno. Esto, unido a lo angostas que eran las calles de la ciudad debió dar por resultado el que se la llamara calle Ancha, tal como en nuestros días se la conoce.

Por último, nos encontramos con la fachada que da al mediodía. Tanto la parroquia de San Blas como el antiguo Colegio de la Compañía de Jesús (hoy colegio del Maestro Ávila), ambos en lo alto de las Peñuelas, colaboran a mantener intacto el dibujo urbano de siglos anteriores. El resto de la cuesta de San Blas, aun habiendo conservado el trazado antiguo, es la parte que más ha cambiado, por las nuevas construcciones que se han llevado a cabo en los últimos quince años.

En resumen, creo que la gran cantidad de nobles edificios, tanto religiosos como civiles, que hay en esta zona, han contribuido en gran medida a mantener prácticamente intacto su trazado urbano. Más si observamos la influencia que el convento de los Menores tuvo en su entorno, podemos afirmar que su actual configuración se debe, al menos en el cincuenta por ciento de su espacio, a los frailes. Así, la cesión de la parte oeste de su campo al Arzobispo Fonseca, propiciará que toda esa zona quede estructurada como al presente lo está. De igual modo, su persistente oposición (unida a las de otras personas e instituciones) a la construcción del Colegio de Alcántara en el lugar que hoy ocupan los Jardines, ayudó en gran medida a la paralización de las obras. Tras un largo pleito, se falló a favor de los de Alcántara pero su situación económica no les permitió continuarlo.

En cuanto al interior del recinto su huella se mantiene en dos aspectos. Por un lado, parte del espacio que los Menores dedicaron a huerta es hoy un recoleto jardín que, a los pies del gallardo ábside central, da un mínimo de decoro a los restos de este gran convento. Por otro, la donación de terreno que hicieron a la Tercera Orden de San Francisco para la erección de su capilla, unido al convento de frailes capuchinos que actualmente existe (recordemos que cuando terminó el período de exclaustración, los franciscanos no volvieron a Salamanca, cediendo sus derechos a los capuchinos), han mantenido, al menos en la parte norte de la manzana, el aire conventual que se respira en toda esta antigua y bella zona de la ciudad.

martes, 16 de marzo de 2010

El Monte Olivete

Leo en el Adelanto que "La Comisión de Patrimonio del Ayuntamiento de Salamanca analizará hoy el último informe de los técnicos municipales en el que se recomienda no conceder la licencia de primera utilización al proyecto de rehabilitación del seminario de Calatrava, que a finales de 2003 incorporó al complejo propiedad de la Diócesis de Salamanca un auditorio y un aparcamiento subterráneo privado".

"El estudio lleva fecha del pasado 23 de febrero y en él "se propone denegar la licencia de primera utilización sin perjuicio de que se declare el edificio disconforme con el planeamiento urbanístico".

Es curioso que seis años después de su inauguración no tenga licencia de primera utilización, si es que "primera utilización" significa lo que parece.
Este espacio que hoy ocupan el parking subterráneo y el auditorio fue, no hace mucho tiempo, el llamado Monte Olivete, lugar recordado porque allí predicó San Vicente Ferrer. Como puede verse en la foto de arriba, en este monte hubo un crucero en el que se celebraban algunas procesiones. A lo largo de los siglos no hay noticias de que haya sido utilizado, permaneciendo siempre como un descampado. Únicamente en la primera mitad del siglo XX hubo allí unas escuelas públicas conocidas como las Escuelas del Monte Olivete. Después y hasta el 2003 en que se construyen el parking y el auditorio, esta zona estuvo solamente ocupada por un campo de fútbol y una caseta donde guardaban los de Calatrava los aperos de labranza y algunos animales de corral. La historia se repite de nuevo a escasos metros y con los mismos protagonistas. Me refiero a lo sucedido con la calle del Fúcar, que siendo una vía pública fue cerrada por una de sus entradas pasando a pertenecer de hecho al Seminario de Calatrava. La situación vuelve a ser la misma, un terreno público es edificado y cerrado por el Seminario para su explotación (alquiler del parking y del auditorio) y uso privado. Parece que en este rincón, a desmano de la ciudad, se produce la asimilación de terrenos públicos por parte de algunos particulares. No se me alcanza qué razones puede haber para que esto se vuelva a producir. Debe ser un tipo de asimilación por ósmosis.

lunes, 8 de marzo de 2010

La huella de San francisco el Grande de Salamanca 1

Después de haber visto los pocos restos que quedan del que fue Monasterio de San Francisco el Grande de Salamanca, quiero recordar, también, otros aspectos no tan visibles, pero que han influido considerablemente en nuestra ciudad.

Uno de estos sería su relación con la Universidad ya que junto con ella y el convento de los Dominicos forman la base sobre la que los Estudios Salmantinos asentarán su fama en toda la cristiandad.

Durante el siglo XIII sólo se fundaron en Salamanca dos conventos de varones(franciscanos y dominicos), pertenecientes ambos a Órdenes Mendicantes.

El final de la Europa rural de la Alta Edad Media y el comienzo del florecimiento de las ciudades en la Europa bajo medieval tendrá su parangón, en el ámbito religioso, en la crisis del monacato tradicional (y sobre todo del Cister) y el vigoroso desarrollo de las órdenes mendicantes.

Puede deberse, quizá, a que la característica más importante de estas órdenes sea su marcado carácter urbano. Al contrario que las órdenes monásticas, cuyos cenobios solían ser rurales, será en la ciudad, en pleno desarrollo en estos momentos, donde ubicarán sus conventos. El retiro del mundo de aquellos, no satisfacía las necesidades religiosas de los habitantes de las ciudades. Frente a esto los mendicantes ofrecen un nuevo tipo de religiosidad mas humanista, pensada por y para los fieles. Su función principal no será el trabajo manual ni la oración, sino la predicación. Para ello tuvieron que adquirir en las escuelas urbanas (en las de sus órdenes o en las universidades) una instrucción sólida y formada en los nuevos métodos de la escolástica.

Por esta razón, la relación con la Universidad salmantina se estableció desde un primer momento y, ya en 1243, Fernando III ordena crear un tribunal que resuelva en asuntos de escolares, y que en él estén, entre otros, el guardián de los Descalzos (franciscanos) y el prior de los Predicadores (dominicos). Desde ese año los Guardianes de los franciscanos fueron Jueces Conservadores de la Universidad.

Hacia 1277 se sabe que los Menores sustentaban estudios en sus conventos y ninguno se igualaba al de Salamanca en número de doctores y maestros. A partir de 1340, dichos estudios pasan a ser generales y desde 1381 el estudio franciscano queda, definitivamente, incorporado a la Universidad. En la creación que en 1416 se hizo de dos nuevas cátedras, éstas debían ser leídas en S. Esteban la de Santo Tomás y en S. Francisco la de Scoto. Franciscanos y dominicos detentarán la mayoría de las cátedras de la Universidad (durante cerca de medio siglo la Cátedra de Decretales fue ocupada por juristas franciscanos). Si los principales teólogos del siglo XIII, fueron dominicos, como Alberto Magno o Tomás de Aquino o franciscanos, como Buenaventura, Roger Bacon o Duns Scoto, también de ambas órdenes serán algunas de las más eminentes figuras del estudio salmantino, como Domingo de Soto, Francisco de Vitoria, Melchor Cano (O.P.), Vicente González, Vasco Bahamonde, Diego de Valencia (O.F.M.).

Solamente en los distintos períodos en que la observancia de la regla obligó a las órdenes mendicantes a abandonar sus cátedras en la Universidad, se debilitó el estrecho lazo que entre ésta y aquéllas existió, no llegando a romperse totalmente, pues se continuaron los estudios en el convento (así, en 1573, Felipe II pide información a la Universidad para saber si los franciscanos podrán concurrir a las cátedras). Este temporal abandono de las cátedras fue mucho más prolongado en el caso de los Descalzos que en el de los Dominicos. La contradicción entre la "imitatio Iesus" y la necesidad de obtener las rentas necesarias para mantener los estudios, se resolvió, las más de las veces, a favor de la pobreza. Creo que ésta es una de las causas por las que la impronta que la seráfica orden ha dejado en la historia de la ciudad y de su Estudio no se ha correspondido, con su verdadera magnitud.

Una anécdota puede ayudarnos a explicar la escasa huella dejada por los Descalzos, sobre todo si la comparamos con los Dominicos, cuyas historias son paralelas en tantos aspectos. A esta última orden pertenecen, curiosamente, sus protagonistas: Se cuenta que cuando en 1523 Melchor Cano ingresa en San Esteban, continúa sus estudios universitarios con el P. Diego de Astudillo, de quien decía Francisco de Vitoria: "El P. Astudillo sabe más que yo, pero no lo vende tan bien como yo". Podríamos decir que los períodos de observancia de la regla unidos a la idiosincrasia de la orden favorecerán su infravaloración. No creo que no supieran vender su saber, sino que más bien parece, que no lo hayan querido hacer. Si unimos a lo dicho, la destrucción del convento y su casi total desaparición tendremos las causas que, a mi de modo de ver, han llevado al olvido al más importante convento, junto con el de los Dominicos, de los que hubo en Salamanca entre los siglos XIII y XIX.